Descreimiento
Hace tiempo
que me despierto con una especie de angustia vital. La incertidumbre sobre el
futuro, la apatía sobre el presente y el debate interno sobre el deber y el
placer marcan mi día a día en un círculo vicioso que a veces me impide
respirar.
Desde que dejé de trabajar hace unos meses
--en realidad hace más de dos años a causa de una larga baja-- mi mente tiene
demasiado tiempo libre para pensar. Eso sería bueno si mis pensamientos se
dirigieran hacia cosas positivas.
Pero un día tras otro mi cerebro se centra
en lo negativo. Veo las injusticias que hay en el mundo y en vez de
entristecerme --que también-- me cabreo. Busco a los culpables y encuentro
repugnante que los poderosos, incluidos por supuesto los gobernantes, sigan
decidiendo sobre el destino de millones de personas abocadas a vivir en la
miseria y en muchos casos, en el horror.
Confieso que, a pesar de ser periodista,
intento no ver demasiado las noticias porque hacen que mi descreimiento ante la
vida aumente.
Ver al baboso de Donald Trump amenazando con
tirotear a los integrantes de la caravana de migrantes que se dirigen hacia
Estados Unidos desde diversos países de Centro América, me hace levantarme de
la silla y proferir insultos varios contra quien nunca debió llegar a ser
presidente.
Y si me centro en España, qué puedo decir.
El panorama es auténticamente desolador. Este país se ha convertido en una
especie de Reinos de Taifas donde, las luchas
internas y las intrigas para conseguir el poder o mantenerse en él, siguen
marcando el rumbo de un país dividido por los intereses de unos pocos.
Esos que, desde hace tiempo, cambiaron el
servicio a los ciudadanos por aprovecharse del lugar que ocupan en su propio
beneficio o en el de sus objetivos políticos.
No sé si la historia los juzgará, porque no
creo que pasen a ocupar un lugar prominente en ella, pero deberían de ser
juzgados en las urnas por los españoles que nos sentimos estafados.
Sin embargo, no tengo mucha confianza en que
esto ocurra, porque somos conformistas y pasotas. Y que nadie se ofenda por
favor. Yo también entro en esa categoría de ciudadana que en estos momentos veo
la vida pasar sin hacer nada para que las cosas cambien.
Claro que, en mi
caso, primero debo ponerme en acción para salir de la parálisis vital que me
aqueja. Y eso lo veo tan difícil como que los políticos cesen en sus luchas de
malas artes y se decidan a trabajar por un país que no se merece lo que le está
pasando.
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