Blanca o la soledad de los olvidados


     Lamentamos estos días la muerte de la medallista olímpica Blanca Fernández Ochoa. Sin adentrarme en las circunstancias de su vida, puedo imaginar la soledad de cualquier deportista de élite después de concluir su actividad profesional.

    No es sólo su caso; es el de muchos más que hemos dejado en el olvido sin apreciar de verdad cuanto tuvieron que luchar por subir a un podium desde el que representaron a su país, es decir, a todos nosotros.

    Somos desagradecidos. Lo somos. Y no solo con la vida de los deportistas. Cuando alguien ha dedicado su vida a un trabajo y se considera que esa persona ya nos es útil la eliminamos sin más. Sin pararnos a pensar en todo el esfuerzo que hizo para conseguir los objetivos de su empresa.

    Lo sé porque lo he vivido en carne propia. Por eso pienso en la soledad que pudo sentir Blanca Fernández Ochoa cuando nadie se acordó de llamarla. Ella misma dijo sentirse como un caballo de carreras que, cuando dejó de ganar, fue abandonado.

    La campeona olímpica tuvo al parecer que lidiar con otras soledades pero con la profesional es con la única con la que no hubiera tenido que hacerlo sólo con haber sido un poco agradecidos.

    Y seguiremos desperdiciando el talento de la gente; dejándolos por el camino, como si no hubieran hecho nada.

    Qué triste, qué terrible, qué inhumano. 

   Siento pena y siento enfado. No comprendo en qué mundo vivimos; qué sociedad estamos creando; hacia dónde vamos con esta falta de valores que cada vez se acrecienta.

    No lo sé ciertamente, pero mucho me temo que hacia ningún buen puerto.

   Si pudiera llamaría a cada apersona que se ha esforzado por hacer de éste un país mejor para decirles: Gracias. Pero lo único que se me ocurre es pensar que todos ellos saben de su valía aunque muchos lo hayan olvidado.

   Descansa en paz Blanca. Lo mereces.





    Qué triste; qué terrible. 

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