DE VUELTA

Terminan las vacaciones y hay que volver al trabajo, a la vida diaria (qué expresión más boba, pues ¿hay otra vida no diaria?) y así a la ¿rutina? y al ritmo frenético que no siempre es malo (sin excesos, o incluso con ellos).

Me he dado cuenta durante este largo mes de agosto que el no hacer nada tampoco es desestresante, es decir, que a la mente estresada hay que darle dosis de adrenalina para que no se convierta en mente ansiosa.

Y es que cuando paras en seco después de ir a toda pastilla, tu organismo se queda un tanto desconcertado y tienes que recordarle cada día que se come más o menos a la hora normal porque está de vacaciones, que se duerme más por lo mismo, y que no hay ordenador a las cinco de la mañana porque se lo hemos prohibido.

Sobre todo cuando en vacaciones te limitas a viajar 25 kilómetros, y cambias el paisaje urbano por el rural aunque tan conocido como el anterior porque veraneas en casa de la familia, te das cuenta de que no sólo hay que variar el paisaje, sino también el 'paisanaje'.

Por eso sólo me siento de auténticas 'holidays' cuando pongo miles de kilómetros por medio y, mejor, si lo que se habla en el país al que voy, no lo entiendo muy bien. Así entre pensar qué dirán, y hacerme entender en mi indian-english, me paso unas vacances de lo más desestresantes.

Y pensando en mi salud (sobre todo la mental, aunque la otra ya empieza a resentirse al aproximarme a los años de mi estimada Sharon Stone) he decidido que el año que viene me voy a desestresar dos veces, osea, que me voy a pegar dos viajes de los variosmileskilométricos, que sólo de pensar que entre el lugar en el que resido y en el que me hallo de descanso media un gran océano, o dos si puede ser, me entra una calma que no me proporciona ni el orfidal.

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