No te rindas, insiste
Llevo todo el mes de agosto en el pueblo, de vacaciones, alejada de ordenadores (tanto de mesa como portátiles) y al intentar acceder a mi blog, resulta que había olvidado (es de reciente creación), cómo editar un nuevo texto (por cierto, agradezco enormemente contar ya con ¡UNA SEGUIDORA¡).
A punto de tirar la toalla, enreda por aquí, busca por allá, al final logré dar con el cuadro de edición y aquí me hallo, constatando, una vez más, que en la vida es cuestión de insistir, de no rendirse, ni dar nada por perdido (lo que tiene su contrapartida en no dar tampoco nada por ganado de antemano).
Y hablando de perder y ganar, en este mes de agosto vacacional constato también que si el ajetreo laboral --cercano a veces a las antiguas galeras aunque sin latigazos, al menos físicos--, puede volvernos locos, el parón veraniego puede también desequilibrar nuestro frágil equilibrio mental.
Por eso creo que necesarias las dosis variadas de trabajo/descanso, familia/no familia, conocidos y amigos/no conocidos (los enemigos que se busquen ellos sólos) y pareja/no pareja.
Lo único que no se me arregla para terminar de apañar este débil equilibrio, es uno mismo-otro mismo, osea, que no se me arregla separarme de mi ni por un momento, que eso sí que sería un descanso equilibrante.
A ver si la ciencia avanza en esa línea y así podría llegar el día de veranear cambiando por completo el paisaje, el paisanaje, y dándose vacaciones de uno mismo. ¡Qué maravilla un ratito sin mí¡.
Llevo todo el mes de agosto en el pueblo, de vacaciones, alejada de ordenadores (tanto de mesa como portátiles) y al intentar acceder a mi blog, resulta que había olvidado (es de reciente creación), cómo editar un nuevo texto (por cierto, agradezco enormemente contar ya con ¡UNA SEGUIDORA¡).
A punto de tirar la toalla, enreda por aquí, busca por allá, al final logré dar con el cuadro de edición y aquí me hallo, constatando, una vez más, que en la vida es cuestión de insistir, de no rendirse, ni dar nada por perdido (lo que tiene su contrapartida en no dar tampoco nada por ganado de antemano).
Y hablando de perder y ganar, en este mes de agosto vacacional constato también que si el ajetreo laboral --cercano a veces a las antiguas galeras aunque sin latigazos, al menos físicos--, puede volvernos locos, el parón veraniego puede también desequilibrar nuestro frágil equilibrio mental.
Por eso creo que necesarias las dosis variadas de trabajo/descanso, familia/no familia, conocidos y amigos/no conocidos (los enemigos que se busquen ellos sólos) y pareja/no pareja.
Lo único que no se me arregla para terminar de apañar este débil equilibrio, es uno mismo-otro mismo, osea, que no se me arregla separarme de mi ni por un momento, que eso sí que sería un descanso equilibrante.
A ver si la ciencia avanza en esa línea y así podría llegar el día de veranear cambiando por completo el paisaje, el paisanaje, y dándose vacaciones de uno mismo. ¡Qué maravilla un ratito sin mí¡.
Comentarios